Lunes 23 de abril de 2018
Hora: 9 am
Lugar: Casa de los Tratados Bolívar y Sucre
Iniciando la semana con “El
Cuento Histórico-“.
En el marco del día internacional del Libro, en la Casa de los
Tratados Bolívar y Sucre.
Con alumnos de la E, B. Edo. Carabobo, se inicia esta actividad del
Cuento Histórico, en la semana dedicada al día internacional del libro.
Muchas son las historias de Trujillo,
de sus héroes, de sus lugares, de su gente, que esperan hacerse visibles para
enriquecer nuestra memoria, nuestro patrimonio histórico y cultural y por ende
nuestra identidad y sentido de pertenencia.
La actividad programada por: el licenciado Marvin Albarrán, los
promotores culturales: Rafael Mendoza, Pedro Davila, María Isabel Daboin y por
Marielba Bastidas y Lisbeth Ruza, tiene como fin utilizar los espacios de esta
hermosa casona colonial como una herramienta didáctica, donde no solo la
historia se vea en sus cuadros, en sus libros, en los objetos que allí se encuentran,
sino que fluya con palabras desde el cuento que nos cuentan los libros y desde
esos lugares de la oralidad, que es también una forma de leer la historia.
Texto y Fotos: Pedro Ángel Dávila David
Iniciando la avctividad Pedro Dàvila,con una de esas historias que se guardan en los textos, y que refiere un episodio donde Monseñor Estanislao Carrillo es uno de los protagonistas.
"Entre la
comitiva que trajo el Dr. Atilano Vizcarrondo Rojas se distinguió un señor
Otero Vigas. Decíase que era su cuñado o familiar y tal vez por esto se arrogó
importancia ególatra. Hablaba en tono autoritario, miraba de soslayo y entre el
grupito de aduladores que en sus paseos lo acompañaban, parecía que les hiciera
gracia o merced dirigiéndole a alguno la palabra.
El Presidente
lo nombró jefe de la cárcel pública de Trujillo; se encargó de su empleo y
permanecía casi siempre metido dentro del cuartel al resguardo de las
bayonetas. Se dedicó a acumular dinero y sin trato alguno fuera del de sus
subalternos, se ensoberbeció en su misantropía, agrandó su animó altanero, con
lo cual se granjeó odios y antipatía general. Su única distracción era
amaestrar un joven perro.
Esta animal se
dio a la costumbre de morder a todo el que pasaba por las cercanías del
cuartel. En vez de ser corregido por su dueño recibía en cambio caricias, sin
importarle nada a Otero los daños sufridos por las víctimas ni las protestas de
éstas.
En la ciudad
estaba residenciado años atrás un italiano de nombre Francisco Romano; aquí
casó y fundó un hogar pobre y humilde, pero distinguido por la honradez, lo
servidor, lo desinteresado y lo bueno de sus trabajos; por ello este viejo
extranjero se ganó la estimación general. Un día que tuvo que pasar por la
Plaza el perro lo agredió, lo mordió, le hirió una pierna y le destrozó el
pantalón; y como el dueño del animal presenciaba el ataque, les fueron
bastantes divertidas y graciosas las protestas del pobre viejo; que en su
español italianizado gritaba: !Oh maldito. Ojalá te maten¡. El anciano se fue a
su casa con dolor y oprobio a curar sus heridas y remendar su pantalón.
Al día
siguiente amaneció muerto el perro, porque en protesta lo mandó a envenenar don
José Antonio Azuaje, boticario de la ciudad, utilizando la mediación de don
Luis Mendoza, quien vivía diagonal con el Cuartel.
El señor Otero
Vigas amenazó e injurió a todos por la muerte de su perro; y, al mediodía, más
enfurecido y estimulado por el alcohol dio la orden a un piquete de su cuartel
para que hiciera preso al italiano, considerándolo autor del envenenamiento, y
que amarrado a uno de los árboles de la plaza Bolívar fuera azotado. En los
preparativos que se hicieron para llevar a cabo este insulto a la colectividad,
la vecindad se alarmó; llegando la novedad a conocimiento del virtuosísimo
Monseñor Dr. Estanislao Carrillo, cura vicario de la feligresía, dignísimo
ciervo de la Iglesia de Cristo; quien se situó en la puerta del templo y ordenó
tocar las campanas en desesperada plegaria. Los otros templos las tocan
también, se alborota una inmensa multitud que corre a informarse de lo que
ocurre de boca del Prelado: "Vayan a impedir ese crimen, arenga, yo quedo
aquí en oración y si es necesario, arrollaré mi sotana e iré también como
hombre a cumplir con mi deber" ¡!!. A las palabras del sacerdote, a quien
Trujillo le rinde el más alto respeto, obediencia y amor, en defensa de los que
fueron ultrajados, se aprestan todos como por encanto; las pasiones políticas,
liberales y godos se unen, se agrupan y se aprestan a la lucha. Se improvisan
como jefes valientes y temerarios entre quienes me es fácil su recuerdo el Dr.
José Jesús Gabaldón, Dr. Melquíades Parra, Víctor Manuel Cazorla, Néstor
Chávez, Manuel Fernando Mendoza, Dr. Ignacio Carrillo, digno hermano del
Prelado y muchos más cuyos nombres se escapan al deseo de mi memoria, corren
armados tan sólo de sus audacias y de sus revólveres para oponerse a las
bayonetas. La suerte guiada por sus talentos los protegió porque lograron
llegar con anticipación a la escolta armada a la esquina de La Cruz Verde, para
proteger el hogar del señor Romano, ubicado cerca de ese lugar. Al llegar la
guardia los temerarios jóvenes la asaltan, ponen sus revólveres al pecho del
jefe y de los oficiales, quienes en su sorpresa caen en cuenta de que toda
resistencia es inútil; los guardias mudos y sin órdenes, se detienen, pues
cualquier iniciativa en defensa de sus superiores les aseguraría la muerte; por
lo que fácilmente se rinden, entregan sus armas y quedan detenidos todos por
aquel puñado de jóvenes valientes.
A todo esto las
campanas continúan con sus toques de rebato y la multitud aumenta en torno al
Prelado que a todos alienta con cálidas palabras. Entre La Cruz Verde y el
Matacho se organizan no menos de doscientos hombres, prestos al combate, bien
armados y en admirable disciplina, comandados por oficialidad improvisada.
Las matronas y
señoritas de la ciudad, estimulaban a sus esposos, a sus hijos, a sus hermanos,
a sus novios, y a su servidumbre, serenas en los portones y ventanas de sus
casas dándoles armas y cápsulas a los que pasaban sin tenerlas: con su actitud
emulan al Prelado, para que todos fueran como hombres al cumplimiento de su
deber. (Permítaseme un paréntesis: asombrará al extraño lector, lo de las damas
armando a los hombres, y por eso quiero recordar que para aquellos tiempos se
decía que las puertas de las casas de las poblaciones trujillanas se atrancaban
con máuseres, rifles, cubanos y otra clase de armas largas, lo que quería
significar que en cada una de ellas había por lo menos un arma de largo
alcance).
Un batallón de
las fuerzas nacionales se acuartelaba en la parte alta de la ciudad; a su jefe,
militar pundonoroso, no le era grata la incorrecta conducta del señor Otero
Vigas, pero tenía orden de sus superiores de apoyarlo. A los reclamos que
perentoriamente le hizo Otero, para que con sus fuerzas saliera en persona a
conjurar el conflicto, salió en correcta formación a la cabeza de su batallón y
en marcha cerrada se vino calle abajo al lugar de los acontecimientos. Los
revoltosos temerarios lo esperan en apariencia tranquila pero audazmente
atrincherados en la esquina de Los Muñecos. El jefe, al acercarse oye un grito:
"General, párese; no se mueva usted porque es muerto aunque nosotros
perdamos la vida también". En la sorpresa, pero impávido, se da cuenta de
la emboscada en que ha caído, ya que ve que desde las ventanas, puertas y
balcones de las casas que lo rodean, le están apuntando con escopetas, chopos,
winchésteres, etc. enseguida otro grito: "General, le rogamos mande
acuartelar sus tropas y evitará así una gran desgracia". El general, sin
cometer imprudencia, sin dar muestras de miedo y la serenidad de militar
pundonoroso preguntó: ¿Y qué es esto? ¿Por qué estos alborotos?. A lo que le
replicaron: "Porque se nos veja como pueblo y como ciudadano, porque se
nos insulta con inicuos procederes y, antes que esto continúe, estamos
dispuestos a preferir la muerte; así, pues, mande acuartelar sus tropas, le
repetimos y rogamos". Recapacita un momento el jefe y les contestó:
"Pues si esa es la verdad del pueblo yo estoy con el pueblo. Viva el
pueblo, atrás la tropa, a su Cuartel". La tropa se retira, pero al jefe se
lo impidieron varios mozos directores de la revuelta que salieron de sus
trincheras, se le acercaron, aclaman, lo abrazan y en ensordecedoras
manifestaciones de júbilo, lo llevan en triunfo al "Botiquín" de la
esquina, donde lo abruman con grandes agasajos. Mientras la fuerza seguía a su
Cuartel, hubo discursos vehementes, promesas recíprocas, etc., etc., en la
citada botillería. Así fue como se salvó el pobre viejo italiano de ser azotado
y se impidió vejar la sociedad trujillana.
El causante de
tal alboroto, a todas éstas se había metido en su Cuartel a resguardo de todo
peligro. Probablemente el dolor por la muerte de su perro o por el estado
alcohólico no le permitió hacer otra cosa. Llegada la noche, protegido por la
oscuridad, discreta y silenciosamente montó a caballo y huyó de la ciudad
dejando abandonado su cargo.
Lo ocurrido en
Trujillo fue materia de comentario en todo el Gran Estado. Y, como en el
Táchira y Mérida se suscitaban enseguida protestas contra el gobierno y la
persona del doctor Vizcarrondo, fue causa para que éste, temeroso del peligro
que corría, siguiera el ejemplo de su deudo Otero Vigas. Una noche aprovechando
también la protección de la obscuridad, huyó de la Capital y abandonó su cargo
de Presidente del Gran Estado; y, por las vías intransitables de Calderas,
salió a Barinas, para de allí encontrarse sano y salvo en el centro de la
República". Estos sucesos se produjeron, según se puede colegir de la
época del mandato del Gran Estado de Los Andes, del que Trujillo era una
Sección, presidido por el Dr. Otero Vizcarrondo, en el año de 1894.
Fabricio
Gabaldón/ Texto,Razgos Biograficos trujillanos ilustres pag.
Marìa Isabel DFaboin nos trajo un cuento indigena sobre el arcoiris.
Rafael Mendoza con su cuento sobre el Pirata Garmmont y sus saqueos en Trujillo.
Y son los Tìteres quienes cuentan la Historia
Invasión, Saqueo e Incendio de Trujillo por el Pirata Grammont
Francisco Esteban Grammont de La Mothe o Creveauc,nacido en
Francia en 1625 ,
acérrimo enemigo de la monarquía española borbónica, este pirata quien había invadido saqueado y quemado las
poblaciones de, Camagüey, Panama, Campeche, Veracruz, La Guaira, Maracaibo, Gibraltar y otras colonias españolas en América. Inicialmente
iba hacia Curazao pero encalló en la Isla de Aves, de allí se dirige a Maracaibo, Gibraltar y Moporo, donde
llega el 4 de Agosto, para planear el asalto a Trujillo, tomando la ruta de un
camino aborigen, vía Río El Toro, Quebrada La Arenosa, subió al Alto de Tomón,
luego pasó a Sabana Larga, Carvajal, obviando los Valles de Carache y Motatán;
se enfrentó en Betijoque al encomendero Juan Pérez de Espinoza en el lugar de
Ponemesa (entre La Laja, parte alta, entre Sabana Larga e Isnotú). Derrota las
últimas resistencias en el combate de Tucutucu, donde había llegado el 24 de
Agosto, con 400 hombres, fueron repelidos varias veces antes de entrar a la
ciudad capital, enfrentando alrededor de 500 trujillanos comandados por
los Capitanes Fernando Manuel Vera de Alarcón y José Antonio Gil de La Hita.
Luego al traspasar a los trujillanos apostados en Las Trincheras, Sector Cruz
Verde, para adueñarse de Trujillo el 31 de agosto 1678, siguiendo el camino que
va a lo largo del Rio Castán , llevando como trofeos defensas y numerosos
prisioneros y dos cañones cargados de balas de mosquete, que fueron capturados
casi sin disparar capturados en el último combate de Tucutucu. La ciudad
no opuso resistencia ya que fue tomada
de sorpresa, porque jamás pensaron que los piratas vencerían las trincheras
defensivas, una vez ocupando la ciudad en 1 de septiembre, en donde
pasó a cuchillo y degolló a muchos habitantes y al retirarse saqueo
e incendió la Iglesia Matriz, el
Convento de San Francisco de Asís y San Antonio Tavira de Padua de La
Recolección, La Ermita de La Chiquinquirá, el Cristo de La Salud (ubicado donde
hoy está la Plaza Sancho Briceño o Plaza El Carmen; este Cristo tiene más de
500 años, hecho en España y colocado por los Franciscanos el 25 de Diciembre de
1570, actualmente se encuentra en la Iglesia Chiquinquirá; fué restaurado en
1920), el Convento Regina Angelorum, la Plaza Mayor,las casas de la Real
Administración, ,también las casa de los Mayorazgos de los Covarruvias,
Cornieles,la del Teniente de Gobernador Roque de Quesada, la del Alférez Real
Gaspar Barreto Betancourt, la del Capitán de Guerra Feliciano Segarra de
Guzmán, la del medico, escultor y pintor Dr. Cristobal Rodriguez Valdés de
Espina,la de Juan y Gonzalo Vasquez de Coronado, la de Cristobal Hurtado de
Mendoza. Ademas con los saqueos e incendios se perdieron y quemaron valiosas
reliquias, muchos documentos, entre ellos el Archivo del Cabildo de la ciudad,
los de los conventos, también fue destruido el Granero Comunal, el Estanco de
Aguardiente, Chimo y Tabaco, incautaron el Ganado Vacuno de Juan de Escoto, de
Angela Rodriguez de Espina, del Sargento Fernando Araujo: y el Ganado Lanar de
Juan de Urbina Valasquez, e Ignacio Garcia de la Rivas,: las Yeguadas de
Lorenzo Fernandez de Graterol y de Juan
Castañeda:el deposito de Cacao de Pedro y Juan de Tafallez;el de Harina y
Papelon del licenciado Mudo Rodriguez Cabrita; la Surtida Tienda de los
Catalanes y la del Pardo Diego Pio de Asuaje
y provocó un gran incendio en la vegetación cercana al Río Castán, Cerro
Vichu, la Peña del Loro, la Quebrada de Los Cedros, Sandoval o El Boquerón, La
Chapa, La Paz, Carmona, Musabás, La Guaira, el Coloraito, El Calvario, Santa
María, Alameda “José Félix Ribas”, produciéndose así el primer incendio de
grandes proporciones en Trujillo.
Las familias enteras emigraban a Mérida y Barinas atemorizadas por el terror reinante y
horror de los cadáveres regados a lo largo y ancho de la ciudad. Aniquilaron la
ciudad de Trujillo y se apoderaron de una extensión de 20.000 kilómetros
cuadrados, Gramont pensó en seguir hacia Mérida y el Tocuyo, pero fue
convencido por los algunos prisioneros y por sus propios secuaces de que en
esas tierras no tenían tantas riquezas ni personas que pudieran darles un buen
rescate.
El 17 de Septiembre emprendió el viaje de vuelta hacia el
lago de Maracaibo, luego de de dos semanas y media de permanencia en Trujillo.
Fuentes:”Los Corsarios en Venezuela” Mario Briceño Iragorry.
La actividad concluyò en un rico intercambio con los alumnos,
Ellos tambièn traìan cuentos que contar.
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