Fecha: viernes 26 de octubre de 2018
Hora: 8 a 10 am
Lugar: Emisora Comunitaria Tierra Libre 107.7 FM
PROGRAMA DE RADIO (((A LIBRE VOZ)))La ventana donde la Cultura y la Historia se acercan para llenarnos de conocimiento.
HOY: PROGRAMA ESPECIAL SOBRE LA VIDA Y LA OBRA DE JOSÈ
GREGORIO HERNÀNDEZ.
Rafael Mendoza,
Coordinación de Investigación y Formación de la Casa de los Tratados Bolívar y Sucre
Pedro Àngel Dàvila David,
Coordinación de Investigación y Formación de la Casa de los Tratados Bolívar y Sucre
Marvin Albarràn (Historiador),
Coordinación de Investigación y Formación de la Casa de los Tratados Bolívar y Sucre
Vida y obra del Dr. José Gregorio Hernández (1864-1919)
Dr. Leopoldo Briceño-Iragorry
Individuo de Número de la Academia Nacional de Medicina,
Sillón XVIII. Individuo de Número de la Sociedad de Historia de la Medicina.
Correo lbricenoi@gmail.com
Enviado Abril 5, del 2015
RESUMEN
El Dr. José Gregorio Hernández nace en Isnotú, estado
Trujillo. Estudia primeras letras en su pueblo natal y se traslada luego a
Caracas, para estudiar en el Colegio Villegas, graduándose de Bachiller en
Filosofía en 1884. Estudia Medicina, graduándose en 1888. Presentó su tesis en:
La doctrina de Laennec y La Fiebre Tifoidea en Caracas”, ambos relacionados con
enfermedades bacterianas, campo en el cual centrará su profesión médica. Es
considerado Fundador de la Bacteriología en Venezuela. Luego se traslada a su
tierra natal para hacer medicina rural, donde recibe la noticia de que fue
becado para cursar en Paris, estudios de Microscopía, Bacteriología, Histología
y Fisiología Experimental. Regresa de Europa en 1991 y funda el Instituto de
Medicina Experimental, el Laboratorio del Hospital Vargas y varias cátedras de
Medicina, entre ellas Histología Normal y Patológica; Fisiología Experimental y
Bacteriología. Esta fue la primera que se fundó en América, impulsando la
renovación y el progreso de la ciencia venezolana. Perfecciona el uso del
microscopio. En 1904 ingresa como Individuo de Número a la Academia Nacional de
Medicina como uno de sus Fundadores, Sillón XXVIII. En 1909 renuncia a sus
labores en Venezuela y se traslada a Italia, para ingresar al monasterio de la Cartuja,
como Fray Marcelo. Su condición física lo hace regresar a sus actividades
profesionales, docentes y académicas, en Venezuela. En 1914 vuelve a Roma,
ingresa al Seminario, pero nuevamente debe regresar, por síntomas de
tuberculosis. Continúa sus labores académicas y docentes hasta 1919, cuando
fallece en accidente de tránsito. Durante los 23 años en que ejerció
efectivamente la docencia universitaria, el doctor Hernández dictó un total de
32 cursos, en asignaturas de su competencia, con asistencia de 694 estudiantes.
Hermosa síntesis analítica de una personalidad de excepción, concebida y
expresada dentro de la más compleja simplicidad.
Palabras clave: José Gregorio Hernández. Bacteriología.
Medicina Experimental. Docencia médica
ABSTRACT
José Gregorio Hernandez was born in Isnotú, Trujillo state.
Study first letters in his hometown and then moved to Caracas to study in the
Villegas College, graduating Bachelor of Philosophy in 1884. He studied
Medicine, graduating in 1888. He presented his thesis: The doctrine of Laennec
and Typhoid in Caracas ", both related to bacterial diseases, a field in
which it will focus its medical profession. He is considered the founder of the
bacteriology in Venezuela. He moved to his native land to rural medicine, where
he received the news that he received a scholarship to study in Paris,
microscopy studies, Bacteriology, Histology and Experimental Physiology.
Returns from Europe in 1991 and founded the Institute of Experimental Medicine,
Laboratory of Vargas Hospital and several departments of Medicine, including
Normal and Pathological Histology; Experimental Physiology and Bacteriology.
This was the first to be founded in America, promoting the renewal and progress
of venezuelan science. Perfected the use of the microscope. In 1904 he enters
like Individual of Number of the National Academy of Medicine as one of its
founders, chair XXVIII. In 1909 he waives its work in Venezuela and moved to
Italy, to enter the Carthusian monastery, as Fray Marcelo. His physical condition
does return to their professional, educational and academic activities in
Venezuela. In 1914 returns to Rome, entered the seminary, but must return again
for symptoms of tuberculosis. He continued his academic and teaching work until
1919, when he died in a traffic accident. During the 23 years that effectively
exerted university teaching, delivered a total of 32 courses on subjects within
its competence, attended by 694 students. Beautiful analytical synthesis of a
personality of exception, conceived and expressed within the complex
simplicity.
Keywords: Jose Gregorio Hernandez. Bacteriology.
Experimental Medicine. Medical educatio
Dr Jose Gregorio Hernandez
Dr Jose Gregorio Hernandez
Dr Jose Gregorio Hernandez
Dr Jose Gregorio Hernandez
“El más hondo fundamento de la Medicina es el amor. Si
nuestro amor es grande, será grande el fruto que de él obtenga la Medicina y si
es menguado, menguados también serán nuestros frutos...”
Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim
(Paracelso) 1493-1651
El 26 de junio de 2014 en el Paraninfo de las Academias de
Caracas, se realizó un Foro en honor a José Gregorio Hernández y en él su
Eminencia Jorge Cardenal Urosa Savino en su disertación que tituló “Armonía
entre Ciencia y Arte” expresó “…un aspecto muy importante de la personalidad
del Dr. Hernández fue, sin duda su viva fe católica y su inmensa práctica
religiosa; un ejemplo de la coherencia, compatibilidad y armonía de la fe
cristiana con la ciencia. Y no podría ser de otra manera, pues el tesoro de la
fe y la ciencia llevan ambas al conocimiento de la verdad, reflejo del mismo
Dios, la suma y esplendorosa verdad…”
En el mundo médico venezolano no existe persona de la que se
haya escrito más que de este ilustre trujillano; la exaltación de sus virtudes
y la aureola de santidad creada en torno a su existencia, realizada por el
fervor popular, groseramente abultada por los programas de cine, radio y
televisión, han desfigurado la señera silueta del maestro, su vida y su obra,
creando como un mito que poco armoniza con la realidad de su imagen de médico
eminente, de reconocida santidad.
Fue un hombre excepcional lo cual no lo eximió de defectos y
por tanto de críticas, solo Jesucristo estuvo exento de debilidades y
flaquezas. El entusiasmo de sus apologistas transformados en hagiógrafos en los
que respecta a su espiritualidad, los han llevado al punto de deificar su vida,
ignorando su condición humana y olvidando la responsabilidad de quienes
escriben la historia; de ahí que su figura se nos presenta asfixiada por
montañas de escritos, falsas anécdotas y huecas historietas, que habrá que arrojar
lejos para obtener la verdadera imagen de su persona, y una estimación cabal de
su obra y actuación especialmente como médico y docente, aunque también
tocaremos en parte su espiritualidad pudiéndola dejar a otros más idóneos.
Expresó Carvallo en su disertación, (…) “como médico,
también me siento de lado, cuando un paciente evoluciona bien, y escucho la
expresión a la que estamos acostumbrados “Gracias a Dios y a José Gregorio”Y no
queda más que aceptar esa convicción del paciente y su familia, y no queda otra
que humildemente bajar la cabeza y seguir adelante, porque uno no se va a poner
a pelear con Dios, ni con la creencia del paciente. Es lo que ocurre cuando la
cosa va bien!”. Pero cuando va mal allí, la responsabilidad es completa del
médico, y no del descuido de José Gregorio de no haberse ocupado, y es,
entonces cuando se le dirigen oraciones para que él haga “el milagro”,
prácticamente para que remiende el trabajo mal hecho por el médico! En el
aspecto económico también sufrimos experiencias dignas de ser mencionadas.
Dr José Gregorio Hernandez
José Gregorio, era un médico de un espíritu superior,
entregado a su ejercicio, por entero, sin ningún afán de lucro, para quien la
práctica de la medicina era una oportunidad de actuar en nombre de Dios, por lo
que no aspiraba remuneración alguna por su trabajo. Además, no tendría mayores
cargas económicas, pues no tenía familia que mantener, y llevaba una vida muy
austera. Los médicos, aunque tengamos mucha vocación, también debemos afrontar
compromisos económicos, y nos vemos afectados cuando se nos echa en cara la
comparación con el Dr. Hernández, en ese sentido.
Médico por mandato de su propia vocación, lo fue para hacer
del ejercicio de la medicina el camino seguro de llegar al corazón de los necesitados
y combinar con la grandiosidad del místico los efectos beneficiosos de las
drogas y el poder consolador de la oración. Es formidable comprobar en las
andanzas terrenales de José Gregorio la uniformidad de conducta para ejercer la
medicina, cumplir las obligaciones de eminente venezolano y disponer de todas
las fuerzas de su voluntad, que fue de piedra, y de todos los reclamos de su
autocritica, que fue de cristal, para tratar de convertirse en Fray Marcelo
Por cierto la devoción católica fue tradición en la familia
de Hernández, de tal manera que la tendencia a convertirse en personaje
religioso, se cumplió en su tía María de Jesús, quien profesó de Clarisa en
Mérida. Tuvo parentesco con el Hermano Miguel, de las Escuelas Cristianas de
Ecuador, biólogo, como él, poliglota, humanista, autor de textos de educación
secundaria, con el pseudónimo de GM. Bruño. Hernández, en proceso de
beatificación por la iglesia católica, tuvo estrecha semejanza espiritual con
hombres excepcionales.
De la unión de Benigno Hernández y Manzaneda de una parte y
Josefa Antonia Cisneros y Monsilla de la otra, romántica unión de llaneros
refugiados en el pueblito de Isnotú, Estado Trujillo, nace un niño a quien se
dio el nombre de José Gregorio. Fue bautizado en Escuque por el padre
Victoriano Briceño y confirmado en 1867 por el Arzobispo Juan Hilario Boset,
apadrinado por el Presbítero Francisco de Paula Moreno, en Betijoque. Aunque
venido al mundo en humildes condiciones era de prosapia ilustre, de abolengo,
proveniente de linajudos solares cantábricos, una de cuyas ramas vinieron a
Venezuela en el siglo XVIII.
Hno. Miguel Febres-Cordero
Hno. Miguel Febres-Cordero
Benigno y Josefa, padres del Dr. Hernández
Benigno y Josefa, padres del Dr. Hernández
De la unión de Benigno y Josefa Antonia nace María Isolina,
en mayo de 1863, quien fallece a los 7 meses; seguida de José Gregorio, quien
nace el 26 de octubre de 1864; luego María Isolina del Carmen, en mayo de 1866,
quien se casó con Juan Carvallo, hijo del amigo consejero de Benigno, Inocencio
Carvallo, quien fallece sin dejar descendencia, en agosto de 1922. En
septiembre de 1867 nace María Sofía, quien se casa con Temístocles Carvallo
Hidalgo, hijo también de Inocencio Carvallo, de quienes nacen José Temístocles
(Miembro Individuo de Número Sillón XV de la Academia Nacional de Medicina en
1928, Vicepresidente de 1944-1946), Inocente, René, Blanca, Margot y Julieta.
María Sofía, muere en mayo de 1898. Luego nace César Benigno, en agosto de
1869, quien se casa con Dolores de Jesús Briceño, teniendo 6 hijos: Benigno
María, María Luisa, Benjamín del Carmen, Alfredo, Ernesto y Ángela. Muere en
septiembre del año 1943. El último varón, José Benjamín Benigno, nace en
septiembre de 1870 y muere soltero en agosto de 1894. Al final, Josefa Antonia
quien nace en agosto de 1872 y muere también soltera, en enero de 1907. De
manera que de los siete hermanos, sólo se casan tres y sólo dos tienen hijos,
en número de seis cada uno. Mencionan María Matilde Suárez y Carmen
Bethencourt, en su obra “José Gregorio Hernández, del lado de la luz”, que la
niñera Juana Viloria, hija de una familia humilde de la localidad, fue quien se
ocupó de cuidar al niño y distraerlo, jugando con carritos hechos con carretes
de hilo.
Según Suárez y Bethencourt, en su obra, “La madre y la tía
María Luisa, devotas de Nuestra Señora de las Mercedes, San José y la Virgen
del Rosario, le enseñaron a cultivar esas advocaciones. Lo llevaban con
frecuencia a la Iglesia, hacían visitas a familias amigas y cumplían con los
enfermos, llevando palabras de aliento y consuelo. La madre muere el 18 de
agosto de 1872, cuando José Gregorio tenía casi 8 años, quedando bajo los
cuidados de su tía paterna María Luisa. Su madre deja como legado, además de
una ternura inefable que siempre recordaría, la enseñanza religiosa coherente,
sin fisuras; que lo acercó a Dios a través de la oración, las nociones del
catecismo y una fe incipiente que se arraigó en el sentimiento y el ejercicio
de la caridad
“...con amor de madre, marcó de manera indeleble el carácter
y el corazón de su hijo”
Su padre Benigno, es un hombre que goza del éxito económico,
producto de su trabajo disciplinado, y para la familia representa la autoridad
y el respeto, debiéndole los hijos una obediencia indiscutible.
Miguel Yaber, en su obra José Gregorio Hernández, Hombre de
Dios, Siervo de los Enfermos; afirma: “...de su padre heredó la firmeza de
carácter, la constancia y el tesón para la lucha diaria, el estricto
cumplimiento de sus deberes y obligaciones, la prudencia, la justicia... para
que fuera un hombre de bien”.
Benigno, es un comerciante exitoso, reconocido en la zona
por su posición económica, no soportando su viudez, se casa de nuevo con María
Ercilia Escalona Hidalgo, el 16 de noviembre de 1876, en Boconó, con quien tuvo
seis hijos: María Avelina, nacida en Isnotú, en noviembre de 1877, que muere
soltera en Caracas, en julio de 1925. Pedro Luis, que nace en diciembre de
1878, y muere igualmente en Caracas, soltero, en marzo de 1918. Ángela Meri,
nace también en Isnotú, en marzo de 1880, y muere en Caracas en febrero de
1904, soltera. Sira María, nació en febrero de 1882, se hizo religiosa como
monja dominica enclaustrada, con el nombre de Sor María Magdalena, llegando
eventualmente a ser la Priora del Convento del Rosario de las Madres Dominicas
en Puerto España, Trinidad. José Benigno, nació en septiembre de 1884, se casó
en junio de 1931 con Anita Espinal Sandoval, teniendo una hija que llamaron
Josefina. Muere en diciembre de 1937. Hercilia del Carmen, nace en febrero de
1887, se casó con Francisco Sálvano Briceño, con quien tiene tres hijos: José
Luis, Gustavo y Sálvano, falleciendo en abril de 1925. De los seis hermanos,
sólo se casan dos, un varón, que tiene una hija, y una hembra, que tiene tres
hijos varones.
José Gregorio era de apariencia delgada, apenas alcanzaba
1.60 de estatura, su piel era blanca, ligeramente tostada por el sol, tenía una
mirada vivaz, clara y penetrante, sus ojos oscuros sabían mirar de frente e
inspirar confianza. De labios delgados, frente despejada, nariz perfilada,
rostro ligeramente ovalado y cabeza bien formada, tenía las manos suaves y una
sonrisa acogedora y oportuna. Predispuesto a hacer bien, era magnánimo y
abnegado. Baja de la montaña a los 14 años y viene a Caracas a comenzar sus
estudios en el Colegio Villegas, graduándose de Bachiller en Filosofía en 1884.
Ya leía a Plutarco, Kempis y Vidas de los santos. Estudia Medicina por
insistencia de su padre y enrumba su mente por los caminos de la biología y no
hay quien lo detenga, estudia con voracidad, como impulsado por una fuerza
interior, llegó a poseer una cultura enciclopédica, era erudito y sabio,
sometido a una recia disciplina; hablaba inglés, alemán, francés, italiano,
portugués, dominaba el latín, era músico, filosofo y poseía profundos
conocimientos de teología. Tuvo como maestros entre otros a Adolfo Ernst y
Adolfo Frydensberg. En su formación como médico recibió las influencias de las
teorías que tenían vigencia para el momento: El Vitalismo, la flegmasía y del
miasma, para completar este conjunto de principios que regían la enseñanza de
la medicina, Hernández recibió clases de Homeopatía en la cátedra de patología
Interna dictada por el Dr. Manuel Porras, fundador de los estudios homeopáticos
en Venezuela.
Se doctoró en medicina en la Universidad Central de
Venezuela el 29 de junio de 1888. Su tesis la defendió ante Jurado y presentó
sobre dos temas: la doctrina de Laennec y la Fiebre Tifoidea en Caracas, ambos
temas relacionados con enfermedades bacterianas, campo en el cual se verá
centrada su profesión médica ulteriormente, ya que es considerado el fundador
de la bacteriología en Venezuela. Su primera intención como recién graduado fue
establecerse en los Andes. Pensaba que desde Isnotú, su pueblo, podía adelantar
una serie de viajes exploratorios por las poblaciones de la región, ubicar un
sitio donde radicarse para comenzar la consulta médica privada y disponer de
ingresos propios. En la región inicio así la practica independiente, lejos de
la tutela de sus maestros, su aspiración final era viajar a París. En una carta
para Santos Dominici de 1888, decía:
“Aquí he tenido varios enfermos, un caso de aborto del mes
de julio y cuya hemorragia no había cesado; ya está fuera de peligro porque
hace tres días que se suspendió el flujo (…) dos casos de disentería aguda, los
cuales aunque han mejorado un poco no están bien todavía; un caso de
tuberculosis (…) Para hacer tan poco tiempo que estoy aquí (…) me da esperanza
de poder reunir dinero suficiente (…) Papá dice que él cree que haré más de
tres mil pesos que pongo como cifra indispensable para poder estar algún tiempo
en París”.
Adolfo Ernest
Adolfo Frydensberg
Andaba por los caminos de recuas; visitas domiciliarias a
caballo. Andaba entre Betijoque e Isnotú viendo enfermos. En su aproximación a
la práctica médica tuvo una clara conciencia de sus limitaciones y de la
necesidad de continuar estudiando, indagando y buscando respuestas, en un
proceso de aprendizaje que para él fue constante desde el comienzo. Pedía
información a Caracas, a Dominici. Estuvo ejerciendo durante siete meses entre
los poblados de Isnotú, Betijoque y caseríos aledaños. Arrostró peligros que
gracias a su voluntad y control personal no le impidieron cumplir con el deber
de asistir al paciente. Visitó Valera, Mucuchies y Mérida, estuvo en Colón,
estado Táchira. Después de trotar por diversos pueblos de Trujillo, regresa a
Caracas en 1889 cuando es becado, con la ayuda del doctor Calixto González,
para cursar en París estudios de Microscopía, Bacteriología, Histología y
Fisiología Experimental, a ser instituidos en el país. Permaneció allí hasta
1891. Fue alumno de Charles Richet en Fisiología. Con Mathias Duval aprendió
técnicas histológicas y embriológicas. Isador Strauss le concedió una medalla,
un premio simbólico como Mejor alumno que en dicha especialidad, alguna vez
tuvo. Luego viajo a Berlín donde estudió Anatomía e histología patológica. Pasó
por Madrid y asistió a clases con Santiago Ramón y Cajal.
A su regreso a Caracas, funda el Instituto de Medicina
Experimental, el Laboratorio del Hospital Vargas y varias cátedras de medicina
impulsando la renovación y el progreso de la medicina venezolana. Entre ellas
la de Histología Normal y Patológica en 1891; la de Fisiología Experimental y
Bacteriología. Esta fue la primera que se fundó en América. Perfecciona el uso
del microscopio en forma científica.
Santiago Ramón y Cajal
Charles Richet
Mathias Marie Duval
Tres fechas marcan los estudios médicos en Venezuela: la
fundación de estos por Lorenzo Campins y Ballester en 1763; en 1827, cuando
Vargas crea la Facultad de Medicina y en 1891 cuando Hernández inicia los
estudios experimentales, de forma científica. Con fe inquebrantable, forjada en
una vida ejemplar, se ofrece de lleno a la tarea de llevar a cabo, en unión de
otros, la mayor revolución en nuestros estudios médicos, ya que “con él y
después, acaban los resabios. Fueron fenómenos que se observaron, hechos,
apreciaciones biológicas que se podían verificar por una experimentación
sistematizada y científica” al decir de Dominici, en una palabra, hizo el
“desencanto”, pues no otra cosa es el papel de la ciencia, desentrañar los
fenómenos que la naturaleza mantiene cubiertos con el manto del misterio.
Lorenzo Campins y Ballester
José María Vargas
Impulsor y pionero de la verdadera docencia científica y
pedagógica en Venezuela, basada en lecciones explicativas, con observación de
los fenómenos vitales, la experimentación sistematizada, prácticas de
vivisección, y pruebas de laboratorio. Gran conocimiento de ciencias básicas,
la química y la física, trípode fundamental sobre la que reposa toda dinámica
animal. A decir de Rísquez “era un sabio casi niño”. Estudia los valores de
glóbulos rojos, de la población intertropical. Escribe sobre la angina de pecho
de origen palúdica, asociada a los accesos de fiebre.
Describe los tipos de angina por ateroma, por simple
neuralgia del plexo cardiaco o por la obstrucción de las arterias coronarias.
Estudia las lesiones de la pulmonía crupal o fibrinosa o diplococcica.
Edificio
Electo para ocupar el Sillón XXVIII, como Miembro Fundador
de la Academia Nacional de Medicina en junio de 1904, fue uno de sus 35
primeros Miembros. Su obra científica escrita, fue escasa si podemos decir,
comienza en 1893 con trabajos en la recién fundada Gaceta Médica de Caracas. A
decir de Puigbó “aunque no extensa en número, si lo fue en forma cuantitativa
por su trascendencia en la medicina de la época”. En 1896 publicó su libro
Elementos de Bacteriología. En 1912 cinco obras sobre temas religiosos, bellas
artes, biografías y el más reconocido de todos Elementos de Filosofía.
Fue filósofo, tolerante, “el más amplio de nuestros
filósofos naturalistas, a pesar de su fe cristiana integral”, al decir de Diego
Carbonell. En el prologo de su obra defiende la necesidad de una filosofía
personal y escribe: “El hombre de espíritu cultivado ha de poseer una filosofía
obligatoria personal y propia, que ha de ser durante su vida la norma de su
inteligencia, aquella de la cual ha de servir para poder existir como ser
pensador”. En 1912 en una publicación de la Gaceta Médica de Caracas, el Dr.
Arturo Ayala, para entonces Presidente de la Academia, entre otras cosas dijo:
“…cuando lo suponíamos con la vista puesta en el lente del microscopio, para
arrancarle los signos característicos de nuestras entidades patológicas, lo
vemos ascender con majestuoso vuelo a las serenas regiones de la Filosofía y en
sintético lenguaje, con independencia de criterio que le honra y reverencia al
hombre de ciencia, aborda los mas abruptos problemas filosóficos…”.
Dr. Diego Carbonell
Dr. Luis Razetti
Dr. Arturo Ayala
Promovió la tesis creacionista sobre el origen de la vida
“Yo soy creacionista” decía. Polémica famosa tuvo con Razetti, defensor de la
evolucionista. Opinaba que la Academia no debía adoptar ninguna hipótesis,
porque enseña la historia que “el adoptar las Academias Científicas tal o cual
hipótesis como principio de doctrina, lejos de favorecer, dificulta
notablemente el adelantamiento de la ciencia”. Mal podría Hernández negar el
principio de la evolución; en su concepto del Universo lo admite, pero en
armonía con la idea de Dios y así se expresa: “Ella concuerda perfectamente con
la verdad filosófica y religiosa de la creación, a la vez que explica
admirablemente el desarrollo embriológico de los seres vivos, la unidad de las
estructuras y la unidad funcional de los órganos homólogos, la misma generación
espontanea nada tiene opuesta a la creación pues muy bien puede admitirse que
reunidos convenientemente los cuerpos minerales que han de constituir el cuerpo
vivo, Dios concurra para animarlos”
A pesar de las diferencias de ideas, los doctores Razetti y
Hernández mantenían una entrañable amistad y mutuo aprecio. El ilustre Razetti
se expresaba de su colega de esta manera “…no obstante que le Dr. Hernández y
yo pertenecemos a escuelas filosóficas diametralmente opuestas, una sincera
amistad nos ha unido siempre y yo me he complacido en toda época de proclamar
los indiscutibles méritos que posee como profesor, como hombre de ciencia y
como ciudadano de conducta inmaculada…”.
A la edad de 43 años (1908) hizo su solicitud de ingreso a
la Cartuja de Farneta de Lucca, Italia de Orden de San Bruno. En su escrito
“Los Maitines”, se nos presenta como un docto escritor en la alborada de la
Cartuja cuando nos dice: “…cabe el vecino riachuelo las ranas entonan el triste
canto, su sola protesta contra aquella espesa medianoche sin luna… y más
adelante…los cipreses y los mirtos se levantan orgullosos hasta el nivel de la
torre del convento, y se entremezclan con las columnas del silencioso
claustro…”. Allá le fue asignado el nombre de Fray Marcelo. Razetti expresó
para ese entonces: “nadie tiene derecho a censurar el acto, pero todos debemos
lamentar su extrema decisión, porque sustrae a nuestra actividad social un
elemento útil, separa de la masa general de la nación una parte noble, apaga en
la Universidad una luz y resta una inteligencia en el concierto de las actividades
científicas”
El afecto que el Dr. Hernández siente por su familia es
manifestado en muchas ocasiones en sus cartas, como en aquella escrita desde
Puerto Cabello a su hermano César el 6 de junio de 1908, cuando decide irse la
Cartuja, “Tú comprendes lo dolorosa que es para mí esta separación de mi
familia, a quien quiero entrañablemente...”, luego desde la cartuja de Farnetta
el 18 de noviembre, dice sentir por su familia”...el cariño más grande que se
puede tener en este mundo...”
Cartuja de Farnetta, Italia
La fatiga mental del largo estudio y el excesivo esfuerzo
físico quebrantaron su salud. El Superior recomendó el ingreso a otra
congregación. En 1909 regresa a Caracas para seguir un curso en el Seminario
Metropolitano, donde era visitado por numerosas personas. Reinicia su actividad
asistencial y se reincorpora a la docencia. El 14 de septiembre de 1909 es
nombrado profesor de la cátedra de Anatomía Patológica Práctica, la cual
funcionó anexa al Laboratorio del Hospital Vargas y de la cual se encargó hasta
la creación de la cátedra de Anatomía Patológica, en 1911, la cual tuvo asiento
en el Instituto Anatómico y fue regentada por el doctor Felipe Guevara Rojas.
En 1911, el doctor Hernández, abocado a sus actividades
docentes, se acogía a un esquema según el cual la enseñanza de la medicina era
concebida teniendo muy en cuenta que las lecciones orales debían hacerse
complementadas con pruebas experimentales específicas, de manera que el
estudiante pudiera integrar en una sola síntesis formativa la teoría y la
práctica. Los días lunes y viernes dictaba las lecciones teóricas; los martes y
jueves la lección experimental, y los miércoles enseñaba las cuestiones
prácticas relativas al uso del microscopio, los métodos del cultivo y las
técnicas para adiestrar a los alumnos en la disociación de los tejidos y la
preparación de muestras. En ese momento (1912) se decreta el cierre de la
universidad por el ministro de Instrucción Pública. En 1912 presenta un
brillante trabajo sobre Fiebre Amarilla en la Academia de Medicina. Luego
presenta un trabajo importante donde pretende relacionar el bacilo de Koch y el
de Hansen. Estudia el flagelo de la bilharzia entre nosotros y le dedica un
sólido trabajo, de gran importancia sanitaria, donde alerta sobre la
importancia de la terrible endemia poniendo en evidencia su extensión en el
territorio nacional.
El 18 julio de 1913 ante el Dr. Pablo Acosta Ortiz
Presidente de la Academia, presenta la renuncia a su cargo. El 24 de julio el
Secretario Perpetuo en una carta le expresa que la Academia no la ha aceptado,
ya que el cargo es vitalicio y no renunciable. Unos meses más tarde a esto se
dirige a Roma a una nueva tentativa de retiro. Se dirige al Colegio Pio Latino
Americano, para estudiar latín y teología. Una afección pulmonar (tuberculosis)
lo sorprende de nuevo. Ello aunado al estallido de la I Guerra Mundial,
precipitan su regreso a Caracas.
Colegio Pio Latinoamericano, Vía Prati, Roma
El arzobispo Monseñor Castro le aconseja continuar su labor
como médico y profesor, estimulándolo de la siguiente manera “ponga su vocación
en el platillo de la balanza y las necesidades de Venezuela en el otro, urgida
hoy más que nunca de hombres ejemplares como Ud. A donde el fiel se incline vea
la voluntad de Dios, y sígala”. La Universidad continuaba cerrada y los
estudiantes de medicina se desesperaban por seguir sus estudios.
Buscando mitigar la insatisfacción del estudiantado, en
septiembre de 1914, conjuntamente con su sobrino Inocente Carvallo, el doctor
Hernández obtuvo permiso del director del Colegio Villavicencio en Caracas para
dictar clases particulares de histología en ese instituto, actividad no
remunerada que ambos desempeñaron hasta 1915. Entretanto, el 19 de diciembre de
1914, una vez aprobado el decreto ejecutivo que estableció la libertad de
enseñanza en Venezuela, un grupo de médicos liderados por Razetti y Rísquez,
ofrecieron a los estudiantes la posibilidad de estudiar en una escuela de
medicina privada e instalada en enero de 1915, dirigida por el doctor David
Lobo, entre las esquinas de Llaguno y Bolero. Pero en enero de 1916 el
Ministerio de Instrucción Pública restableció el carácter oficial de la
enseñanza médica al crear la Escuela de Medicina que funcionaría en las
instalaciones del Instituto Anatómico en San Lorenzo. En consecuencia las
iniciativas privadas para enseñar la medicina cesaron.
En la nueva Escuela de Medicina oficial, las clases
comenzaron en enero y duraban seis meses. En el primer año era necesario cursar
tres materias: Histología, Química y Anatomía, las cuales quedaron a cargo de
los doctores Hernández, Enrique Meier Flegel y Rafael González Rincones,
respectivamente; el director de los trabajos prácticos quedó a cargo del doctor
José Izquierdo. Fue durante ese periodo hasta su muerte titular en las cátedras
de Histología en primer año, Fisiología en el segundo y Bacteriología y
Parasitología en el tercero.
Vasto y profundo en el conocimiento impartido en clases, su
exposición gozaba de claridad y sencillez. Tenía la extraordinaria habilidad de
poder comunicar el argumento más difícil en un discurso diáfano, comprensible.
Tuvo la más alta estima en el seno de la Facultad de Ciencias Médicas y en el
Hospital Vargas. Su habilidad, generosidad, disciplina y exigencia fueron
rasgos que combinó en la delicada tarea de enseñar, los cuales, aunados al
dominio de sí mismo y al hecho de disponer de una vasta y profunda preparación
académica continuamente renovada, hicieron de él un catedrático insigne.
Hubo otra corta interrupción, pero esta vez sin apartarse
del ámbito académico, ya que en 1917 viaja a las ciudades de Nueva York y
Madrid para realizar estudios, quedando provisionalmente a cargo de sus
cátedras el doctor Domingo Luciani. Regresa a la universidad en 1918 y se
convierte en el primer profesor en enseñar a los alumnos la toma de tensión
arterial. En 1918 presenta su último trabajo en la Academia Nacional de
Medicina, sobre el tratamiento de la tuberculosis pulmonar con aceite de
Chaulmugra. Y en 1919 un día antes de su muerte dicta su última clase en la
Universidad Central. Puntual como era su costumbre, ese día llegó a las tres de
la tarde al Salón (era un sábado) para dictar una lección de Bacteriología que
versó sobre la morfología, coloración, cultivo e inoculación del bacilo de
Hansen, causante de la lepra. Terminó su disertación refiriéndose a las
manifestaciones clínicas de la enfermedad, y antes de retirarse anunció que la
próxima clase versaría sobre el cocobacilo Pfeiffer. Al día siguiente ocurrió
el fatal accidente. Durante los 23 años y cuatro meses que ejerció
efectivamente la docencia universitaria, el doctor José Gregorio Hernández
dictó un total de 32 cursos en las asignaturas de su especialidad, contando con
la asistencia de 694 estudiantes.
Apasionado de la literatura, escribió numerosos artículos.
Opúsculos y narraciones fuera de su producción científica, podemos citar: “En
un vagón” en el que argumenta sobre el libre albedrio; “Los Maitines”, donde
hace referencia a La Cartuja, y “Visión de Arte”, una graciosa fantasía
literaria. Como acota Puigbó: “Su capacidad como clínico de someterse al rigor
del método anatomoclínico, su capacidad de manejar los recursos derivados de
las técnicas complementarias de diagnóstico y su capacidad de crear hipótesis
novedosas, hace evidenciar su maravillosa obra científica”. Santos Dominici
refiere: “...era un aristócrata, no tanto porque descendiese en línea recta de
hidalgos de solar conocido y empenachado blasón desde el décimo siglo, sino
porque lo era en sus gustos, preferencias y hábitos”
Apareció la Parca, el 29 de junio de 1919. En la esquina de
Amadores uno de los pocos carros que existían en Caracas atropelló a José
Gregorio (¿imprudencia de él ?). Llevado al Hospital Vargas, Razetti en
compañía de los bachilleres Julio García Álvarez y Antonio Briceño Rossi
certifican la muerte por traumatismo de cráneo en región parietal izquierda con
fatal irradiación hacia la base. Ante sus restos en el Paraninfo de la
Universidad Central, él para entonces Ministro de Instrucción Pública el Dr.
Rafael González Rincones, pronunció unas palabras: “…sobre ese catafalco, negro
como el abismo que la fatalidad abriera ante los pasos del Apóstol, escondido
totalmente por las flores arrancadas de los jardines del Ávila, está el féretro
de quien en vida, ejemplo eximio de virtud, saber y abnegación. Yo lo evoco
como un hombre metódico, severo con los alumnos, didáctico y recto (…) Cuando
alguien le respondía un disparate, él tenía siempre a flor de labios la
respuesta incisiva, ingeniosa y llena de sarcasmo. (…). Está en los cirios
trémolos, el dolor de la Patria…”
El Dr. David Lobo, para ese entonces Presidente de la docta
Corporación expresó: “…la muerte, ataviada esta vez con los arreos de la
tragedia, acaba de arrebatarnos un hombre eminente, prez de la sociedad
venezolana, hombre de ciencia patria, caballero de la virtud y campeón
fervoroso, convencido e irreductible de la religión y de su culto… ¿Dónde hubo
dolor que no aliviara? ¿Dónde penas que no socorriera? ¿Dónde flaquezas que no
perdonara? En su pecho generoso, no germinaron nunca el odio ni el rencor…”
Continuaron sus honras en la Catedral donde por el señor
Arzobispo quien presidió los solemnes oficios de Deán y Cabildo. Llevado en
hombros al Cementerio por el pueblo que así lo reclamo en un unisonó grito “El
Dr. Hernández es nuestro”; Razetti expreso ante la tumba: “Cuando Hernández
muere no deja tras de sí ni una sola mancha, ni siquiera una sombra, en el
armiño eucarístico de su obra, que fue excelsa, fecunda, honorable y
patriótica, toda llena del más puro candor y de la inquebrantable fe”. “...31
años consagrados a la práctica del bien bajo las dos más hermosas formas de la
caridad: derramar luz desde la cátedra de la enseñanza, y llevar al lecho del
enfermo, junto con el lenitivo del dolor, el consuelo de la esperanza...”
Ante la tumba, el Dr. Francisco Antonio Rísquez proclama:
“¿Qué luces de rarísimos fulgores brotaban de aquel cerebro, en este campo
intelectual de suyo tan brillante, para que yo mismo, apenas apareció en el
terreno científico le apellidase sin hipérbole “el sabio casi niño”? ¿Qué
chispa ultra terrena encendió en aquel cuerpo a un mismo tiempo, el cirio de la
Fe Suprema, y la antorcha de la Ciencia Soberana, hasta ofrecer a la admiración
de todos un arquetipo de filósofo creyente?”
El Universal, dirigido por Andrés Mara, en su edición del
lunes 30 de junio de 1919, día siguiente del fatal accidente, encabeza su
primera página “Duelo de la Patria y de la Ciencia”. “...eminente médico
venezolano, querido y respetado generalmente tanto por su profunda sabiduría
como por las nobles y generosas virtudes, que eran ornato de su espíritu”.
Rómulo Gallegos con motivo de su muerte, tuvo palabras que recogieron esa
imagen de hombre bueno, justo y virtuoso: “No fue el duelo vulgar por la
pérdida del ciudadano útil y eminente, sino un sentimiento más hondo, más
noble, algo que brotaba en generosos raudales de lo más puro de la sustancia
humana; un sentimiento que enfervorizaba y levantaba las almas. (…) Cada cual
había concurrido con lo mejor de sí mismo. (…) En el plano espiritual (…) cada
cual buscó su luz propia y la encendió (…) Dieron así los corazones sus mejores
destellos; la incomparable emoción de la lumbre interior, ardiendo ante un
ideal noble, nos ennobleció la vida (…) Sin duda fue éste el más precioso don
de cuantos otorgó próvidamente el doctor Hernández (…) El bien que se hace
brotar espontáneamente en cada alma, porque éste nos devuelve la fe en nosotros
mismos y nos hace conocer el santo orgullo de sentirnos buenos”. El Nuevo
Diario, dirigido por Laureano Vallenilla Lanz, le dedica toda su primera página
el día 1ro de julio de 1919.
Fotografía del cortejo fúnebre
El Dr. José Gregorio Hernández, fue un individuo
esencialmente auténtico, que vivió su vida de acuerdo con sus principios y
creencias, a quien no le importó el “qué dirán”, que fue un hijo obediente y
respetuoso; un joven alegre, que según se desprende de sus cartas le gustaba ir
a fiestas y bailar, que en sus misivas preguntaba por sus numerosas amigas,
refiriéndose a alguna como “su punto débil”; un estudiante de gran rendimiento
y respetuoso con sus maestros y profesores; un buen amigo, demostrado al revisar
el contenido de intercambios epistolares con varios contemporáneos; un médico
que entendió esta profesión, como de entrega por vocación de amor y servicio al
enfermo; un investigador curioso, disciplinado y apasionado, motivado por su
afán de conocer más acerca de las enfermedades, para poder ser mejor médico; un
profesor de excepción, a quien todos los estudiantes apreciaban y respetaban;
un familiar cariñoso, y cuidadoso y protector para con los suyos, como lo que
con sus hermanos y particularmente con su medio hermano, José Benigno y sus
sobrinos, José Temístocles e Inocente, cuando se vinieron a Caracas a estudiar
bachillerato y luego Medicina; un hombre de una gran espiritualidad, y
misticismo, que lo llevaron en dos oportunidades a intentar la vida religiosa;
Sólo quedaría preguntarse, ¿el mundo no sería diferente, si
tuviésemos más gente auténtica? ¿Cómo no sentirse uno conmovido con tantas
expresiones de afecto y reconocimiento por individuos del más alto nivel
académico y profesional, hasta la humilde admiración por parte de los
desposeídos? ¿Se puede ser indiferente ante la figura de este personaje
excepcional? ¿Cómo no sentir admiración por un individuo capaz de despertar
sentimientos de reconocimiento y respeto, a ciudadanos de todos los estratos
sociales y todos los niveles de cultura y educación? ¡Era esencialmente un ser
humano y se llamó José Gregorio Hernández! ¿Cómo no sentirse comprometido a ser
buena gente? ¿Cómo no entender la Medicin, siendo Médico, en su contexto
bioético, sobre todo en sus principios de beneficencia y no maleficencia? A
grandes rasgos y con burdas pinceladas, un lego como yo, he intentado presentar
una semblanza esquemática y sucinta, de la persona y personalidad del Dr. José
Gregorio Hernández Cisneros; quien vivió rodeado del aprecio, el respeto y el
cariño de colegas, discípulos, amigos y pacientes y murió, dejando tras de sí,
una límpida estela de imperecedera recordación.
Su compleja personalidad estaba integrada dentro de un
monolítico bloque de imposible desintegración, tanto así de que casi a cien
años de su muerte, resulta aventurado pronunciarse sobre si era mejor médico,
que catedrático; o si por el contrario se distinguió más como filosofo, que
como filántropo o religioso; pues José Gregorio Hernández lo poseía todo y lo
reunía a la vez dentro de una armoniosa y bien estructurada unidad espiritual.
En razón de esta múltiple y compleja, pero bien sintonizada personalidad, puede
aplicársele, sin ambages, la admirable y bien concebida sentencia con que en
una ocasión, el conocido filosofo Boutroux definiera al gran Pascal, así: “Hubo
en él un Sabio, un Cristiano, un Hombre. Cada uno de los tres, es el otro y los
tres, no hacen más que uno”.
“José Gregorio Hernández fue un varón justo o para ser más
preciso fue un santo; por eso su recuerdo quedó esculpido con caracteres de luz
y fuego en la mente de los que fueron ayer y vive hoy, en la admiración de los
venezolanos. Perdurará, como astro refulgente en el cielo de la Patria, para
ejemplo de los que nos habrán de sobrevivir y serán la Venezuela del mañana”.
Mons. Pedro Pablo Tenreiro
Hermosa síntesis analítica de una personalidad de excepción,
concebida y expresada dentro de la más compleja simplicidad. Señores
Referencias
Briceño-Iragorry L. José Gregorio Hernández su faceta
médica. Gac Med Caracas 2005; 113 (4): 535-539
Homenaje al Dr. José Gregorio Hernández. Gac Med Caracas
1970 (1-2): 127-158
Puigbó JJ. Discurso de toma de posesión de la presidencia de
la Academia Nacional de Medicina. Gac Med Caracas. 2002; 110 (3): 401-422
Renuncia del Dr. Hernández. Gac Med Caracas 1913; 20:133
Vélez Boza F. La docencia médica del Dr. José Gregorio
Hernández. Rev Soc Venez Hist Med. 1995; 45:288-308.
Sesión Solemne Academia Nacional de Medicina. Foro con
motivo del año Sesquicente-nario del nacimiento del académico Dr. José Gregorio
Hernández. 26 de junio de 2014. Caracas (en prensa)
http://todo-sobre-el-dr-jose-gregorio.webnode.es/novedades/biografia/
Suárez M. José Gregorio Hernández. Bibliot Biográfica venez.
Edit El Nacional. Caracas, 2005: 2
Yaber Miguel. José Gregorio Hernández. Hombre de Dios y
Siervo de los enfermos. Caracas 2010
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